jueves, 23 de septiembre de 2010



Las ganas de saber, clasificar los recuerdos, darle nombre a las siluetas para vislumbrar las formas, no echarte de menos con el alma, ni siquiera con los dedos, amontonar sensaciones fuera de mí -eso no es mío, eso tampoco-, vivir en otro lugar,dosificar los sueños, el sueño, paladear un almuerzo y una cena, y otro almuerzo y otro y, mientras tanto, reír. Ser capaz de reír. A carcajadas. Y en esa risa, imperceptible, un tono gris, una nota más abajo de la otra, quién lo diría.

Clasificarte. Ahora no. Pasado. Por favor, ahora no.

Verte en mis ojos. Trescienta treinta y siete posturas diferentes: cuánta observación. Nunca lograré entender la manera en que me quisiste. Tanta entrega. La última. El desapego. Verte y saber por qué estás ahí: para evitar que lo más obvio caiga en el olvido. Lo más obvio: las ganas de romper los archivos, el impulso, dejar de conocer y no saber de nada más -nunca más- salvo de ti y de mí.
(Yo también.)

sábado, 4 de septiembre de 2010